Época: Gupta
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
Arte Gupta

(C) Isabel Cervera



Comentario

El Templo n.° 17 del recinto budista de Sanchi (Bhopal, Madhya Pradesh) es el edificio construido en piedra más antiguo de India. Lo patrocinaron los Gupta en la primera mitad del siglo V y presenta un modelo arquitectónico muy sencillo y de pequeñas dimensiones (7 m de largo por 4 m de ancho y 5 m de alto). Sobre una leve plataforma que se salva por dos escalones, se construye una única cela cuadrada (el habitáculo de la imagen de culto), precedida de un pórtico adelantado sobre cuatro pilares; estos pilares, que producen un efecto vigoroso aunque algo pesado, reproducen las antiguas stambhas Mauryas de capitel de flor de loto y leones confrontados, pero evolucionados con elementos sustentantes apelmazando y reduciendo el tamaño de los elementos decorativos; los fustes varían desde la sección cuadrada de las basas a la octogonal de los tambores centrales y a la de dieciséis lados de los superiores. La cubierta, plana y en saledizo, ofrece cierto escalonamiento que eleva la altura de la cela sobre la del pórtico. El sistema constructivo todavía es algo torpe en la labra irregular de los sillares, pero tiene el mérito de encajar los bloques de piedra sin ningún tipo de mortero.
El Templo n.° 17 de Sanchi es un templo muy primitivo pero, a pesar de ser un santuario budista, presenta las principales premisas arquitectónicas que definirán el futuro templo hindú: basamento, escalonamiento de cubiertas y preponderancia de la cela o sancta sanctorum sobre cualquier otra estancia, que siempre aparecerá adosada a sus pies.

En la segunda mitad del siglo V encontramos otros dos templos que tanto recuerdan a las chaityas que pueden llevar al error de considerarlos templos budistas. Son los Templos de Vishnu Trivikrama en Ter (a 32 km de Sholapur, Maharashtra) y de Vishnu Kapoteshvara en Chezarla (en el distrito de Guntur, Andhra Pradesh).

Ambos son de pequeño tamaño (10 m de largo x 3 m de ancho y 5 m de alto aproximadamente) y presentan una sola nave rectangular con cabecera absidial y cubierta de bóveda de chaitya. La fachada consiste en un monumental arco de kudú orlado de nagas, por el que entra el único rayo de luz al interior. El muro, cerrado, no presenta ninguna ventana y apenas se abre en la angosta puerta. Todos estos elementos caracterizaban a la chaitya y es lógico suponer que los primeros ensayos arquitectónicos hindúes imitaran, aunque construidos en piedra, los modelos de templos budistas coetáneos. Pero un simple vistazo a su interior elimina la posibilidad de que fueran templos construidos por budistas y utilizados después por hindúes, porque la distribución espacial consiste en una única nave diáfana, que nada tiene que ver con las tres naves separadas por columnas de las chaityas o templos de peregrinación en función de la stupa.

Además, tanto Ter como Chezarla adelantan a los pies de la fachada unas salas de columnas, cuadrangulares y de techumbre adintelada mucho más baja que la cubierta de chaitya, que constituyen las primeras mandapas o salas de oración destinadas a los fieles en los templos hindúes; estas mandapas primerizas explican el triunfo popular del hinduismo y siembran la semilla de las futuras mandapas de las mil columnas tan características de la India drávida.

Ya a finales del siglo V nos encontramos con el primer ejemplo desarrollado de templo hindú: el Templo de Vishnu en Deogarh (distrito de Jhansi, Uttar Pradesh) dedicado al génesis vaishnava, que explica la creación del mundo como un sueño de Vishnu dormido sobre la serpiente Ananta.

La cela, como un solo cuerpo cúbico de 6 m de lado, aparece cubierta con una torre troncopiramidal de 6 m de altura (originalmente alcanzaría los 13 m); por primera vez se define el sikara (shikhara, literalmente torre) como una cubierta torreada que dignifica el espacio que cubre, y que siempre se elevará por encima de cualquier otra cubierta del templo. El sikara debe tener un aspecto montañoso, estratificado a base de superposición adintelada de elementos horizontales, pues simbolizan el mítico Monte Meru o paraíso hindú.

El clasicismo Gupta que gusta de la simetría, levantó cuatro pórticos tetrástilos orientados cardinalmente (aunque sólo uno permite el acceso), que funcionaban como un deambulatorio alrededor de la cela; los pórticos han desaparecido pero todavía permanecen in situ los tres altorrelieves que hacían de capillas subsidiarias y que configuran el primer programa de la iconografía vaishnava: Vishnu Anantasayin, Vishnu salvando al elefante Gajendra, y el cuarto avatar de Vishnu como los sabios ascetas Nara y Narayana. El templo se levanta sobre una plataforma cuadrada (símbolo de la tierra, de 16,50 m de lado por 1 m de alto) que se salva por cuatro escaleras dispuestas también cardinalmente.

El último ejemplo, el Templo de Durga en Aihole, se empieza a construir en el año 550 d. C. bajo el reinado de Pulakeshin I (535-566 d. C.) de la dinastía Chalukya. Los Chalukya dominan el Dekkan desde el siglo VI, sobre todo la costa occidental de Karnataka, donde ubican sus principales capitales: Aihole, Badami y Pattadakal.

A partir de mediados del siglo VIII su hegemonía se verá turbada por los Rashtrakuta y los Pallava, pero renacen con fuerza en la India rajput con la dinastía Solanki de Gujarat y en la India drávida como dinastía Hoysala de Mysore. Los Chalukya son fundamentales en la historia del arte hindú, a pesar de que ningún autor se ha ocupado todavía de profundizar en su estudio; cuando se rastrea el origen de cualquier modo arquitectónico del hinduismo posterior siempre se llega al cajón de sastre de los Chalukya, a los que sin duda se debe la transformación artística del medievo indio.

Aunque sus edificios de piedra no sean los más antiguos, los Chalukya son los responsables de la moda constructiva que inundará India, pues sus capitales, además de centros administrativos, se cuajan de recintos religiosos cuyos templos (sólo en Aihole hay unos 140 construidos entre el 550 y el 750) resultan ser el germen de cualquier estilo artístico posterior.

Entre todos destaca por su antigüedad el dedicado a Durga, la diosa de la guerra, que aparece como protagonista de los altorrelieves que decoran el templo venciendo al demonio-búfalo Mahisha. Aunque no es de grandes dimensiones (28 m de largo x 12 m de ancho y 10 m de alto) es el antecedente directo de los nagaras hindúes del norte de India. Sobre una alta plataforma que se salva por escaleras confrontadas a los pies del templo, su planta establece un puente evidente entre la anterior chaitya budista y el futuro nagara hindú.

Sobre una planta rectangular con cabecera absidial se disponen longitudinalmente un vestíbulo, una mandapa o sala de oración con ocho columnas y el sancta sanctorum o capilla del dios; alrededor de todas las estancias corre un pórtico sobre pilares. Tanto la planta rectangular con cabecera absidial como el pórtico corrido que permite la circunvalación son una clara reminiscencia de la chaitya. Pero la estructura espacial interior (en vestíbulo, sala de oración y capilla del dios), la gradación de luz desde el luminoso pórtico exterior hasta el oscuro sancta sanctorum interior, y la gradación de alturas de las cubiertas, desde la inferior del pórtico hasta la más alta (sikara) sobre el sancta sanctorum, responden al concepto de sacralidad hindú: a mayor sacralidad mayor oscuridad y mayor altura.